Cinco claves esenciales para acelerar el empoderamiento económico de las mujeres
Invertir en las mujeres beneficia a las mujeres y a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, al ritmo actual de inversión, en 2030 todavía habrá más de 340 millones de mujeres y niñas que vivirán en la pobreza extrema. Nunca había sido tan urgente avanzar en el empoderamiento económico de las mujeres, una realidad que se recoge en la temática del Día Internacional de la Mujer de 2024: "Invertir en las mujeres: Acelerar el progreso".
El mundo necesita 360.000 millones de dólares (USD) adicionales al año para que los países en desarrollo alcancen la igualdad de género según lo establecido en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Y aunque aumentar la cuota de activos de las mujeres y su participación financiera es vital para su empoderamiento económico, es igual de importante crear instituciones que promuevan la inversión pública en bienes sociales y desarrollo sostenible.
Los cinco elementos que aceleran el empoderamiento económico de las mujeres son:
Recursos
Conectar a las mujeres con los recursos financieros puede servirles de ayuda para cubrir sus necesidades básicas, empezar un negocio o expandirlo. No obstante, se calcula que, a escala mundial, el déficit de financiación de las micro, pequeñas y medianas empresas cuyas propietarias son mujeres asciende a 1,7 billones de dólares. Cerrar la brecha de crédito para estas pequeñas y medianas empresas supondría un aumento medio del 12 por ciento de los ingresos anuales en 2030.
Además de recursos financieros, las mujeres necesitan acceso a la tierra, la información, la tecnología y los recursos naturales. En 2022, 2700 millones de personas todavía carecían de acceso a Internet, que resulta fundamental para conseguir trabajo o poner en marcha un negocio.
Las mujeres también tienen menos posibilidades que los hombres de ser propietarias o tener derechos seguros sobre tierras agrícolas en el 87 por ciento de los países en los que hay datos disponibles, a pesar de que más de un tercio de las mujeres trabajadoras se dedica al sector de la agricultura.
Cuando las mujeres tienen los mismos derechos a acceder, poseer y usar los recursos, pueden invertir en sí mismas mejorando su bienestar y educación, creando una empresa o gestionando sus ingresos de forma autónoma para construir una sociedad que les resulte adecuada. Por ejemplo, en muchos contextos, el empoderamiento económico de las mujeres reduce la violencia de género, incrementa su liderazgo y su participación social y política y facilita la reducción del riesgo de desastres.[1]
Trabajos
Cuando las mujeres progresan en el mundo laboral, están en mejor posición para ejercer su capacidad de acción y hacer uso de sus derechos. Pero no sirve cualquier empleo; ha de ser trabajo productivo y en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad. Sin embargo, casi el 60 por ciento del empleo de las mujeres en todo el mundo se enmarca en la economía informal y, en los países de ingresos bajos, la cifra supera el 90 por ciento. Incluso cuando las mujeres tienen trabajo, su remuneración es de 80 centavos por cada dólar que ganan por término medio los hombres, o todavía menos en ciertos casos, como el de las mujeres de color y las que son madres. La desigualdad de género en materia de ingresos le cuesta al mundo más del doble del valor del PIB global en términos de riqueza del capital humano.
Algunas medidas como la transparencia salarial, la igualdad de remuneración por trabajos del mismo valor y el acceso a los servicios de cuidados pueden contribuir a cerrar la brecha salarial de género para lograr la igualdad entre mujeres y hombres en el lugar de trabajo.
Mejorar la participación efectiva de las mujeres en sectores en los que actualmente están infrarrepresentadas, como la ciencia, la tecnología y la ingeniería, es clave para su empoderamiento.
El PIB mundial podría crecer un 20 por ciento si acabamos con las brechas de género en el empleo. Además, cuando las mujeres emprendedoras tienen éxito, pueden crear puestos de trabajo e impulsar la innovación.
Tiempo
Todo el mundo necesita cuidados a lo largo de su vida. La organización social actual de los cuidados es un reflejo de profundas desigualdades de posición y poder y, a menudo, explota el trabajo de las mujeres y las niñas. Por término medio, las mujeres consagran alrededor del triple de tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres.
Las disparidades de género en este ámbito constituyen un importante factor de desigualdad ya que limitan el tiempo y las posibilidades de las que disfrutan las mujeres y las niñas para dedicarse a la educación, el trabajo decente remunerado, la vida pública, el descanso y el ocio.
El trabajo de cuidados sigue estando infravalorado y mal pagado. El valor monetario del trabajo de cuidados no remunerado que hacen las mujeres en todo el mundo asciende, como mínimo, a 10,8 billones de dólares anuales, el equivalente a tres veces el total de la industria tecnológica mundial.
Las inversiones en la transformación del sistema de cuidados ofrecen ventajas por partida triple: además de permitir a las mujeres hacer uso de su tiempo, crean empleos en el sector del cuidado y mejoran el acceso a los servicios de cuidados para las personas que los necesitan. Según los cálculos, cerrar las brechas existentes en los servicios de cuidados y ampliar los programas de trabajo decente crearía casi 300 millones de puestos de trabajo para 2035.
Cuando el cuidado se considera un derecho y se comparte la responsabilidad con el Estado a través de la prestación de servicios y bienes públicos y con el sector privado mediante apoyos como los permisos por maternidad y las instalaciones de cuidado infantil, las mujeres pueden participar en el mercado laboral formal y dedicar su tiempo a generar ingresos.
Seguridad
Las mujeres se enfrentan a numerosas amenazas para su seguridad, entre ellas, la violencia de género, los conflictos, la inseguridad alimentaria y la falta de protección social. La violencia en el hogar o en el lugar de trabajo es una violación de los derechos de las mujeres e impide su participación económica. Se calcula que el costo mundial de la violencia contra las mujeres es de al menos 1,5 billones de dólares o aproximadamente el 2 por ciento del producto interno bruto mundial.
El número de mujeres y niñas residentes en países afectados por los conflictos alcanzó los 614 millones en 2022, un 50 por ciento más que en 2017. Esas crisis exacerban las disparidades económicas preexistentes, como la carga desproporcionada de trabajo de cuidados no remunerado que asumen las mujeres. Las crisis también agravan las desigualdades entre las mujeres; por ejemplo, las mujeres migrantes tienen el doble de probabilidades de sufrir violencia que las no migrantes.
Las investigaciones apuntan a que los sistemas de protección social sensibles al género, como las transferencias de efectivo, pueden reducir las tasas de mortalidad entre las mujeres, lo que pone de manifiesto los vínculos entre el empoderamiento económico y la seguridad.[2]
Con independencia de la forma que adopte, la inseguridad dificulta el empoderamiento económico de las mujeres, las atrapa en la pobreza e impide que ejerzan sus derechos y desarrollen todo su potencial. Es esencial reunir a todas las partes interesadas, incluido el sector privado, y cuestionar las normas sociales que consideran a las mujeres actores económicos inferiores a los hombres.
Derechos
Los derechos humanos son fundamentales para el empoderamiento económico de las mujeres. Los sistemas económicos patriarcales e injustos perpetúan la desigualdad de género, mientras que las normas sociales discriminatorias obstaculizan el acceso de las mujeres a la información, las redes, los empleos y los activos.
A escala global, de media, las mujeres sólo tienen el 64 por ciento de los derechos legales de los que disfrutan los hombres. Las estrategias clave para impulsar los derechos de las mujeres en el contexto del empoderamiento económico incluyen la aprobación de leyes y políticas que apoyen ese empoderamiento y revoquen los marcos jurídicos discriminatorios.
Al tiempo que se reconoce el valor intrínseco del empoderamiento económico de las mujeres, que constituye una cuestión de derechos humanos, también es importante plasmar en cifras el enorme costo que supone esa discriminación para la sociedad y la economía. Es necesario proteger y apoyar a quienes defienden los derechos humanos de las mujeres y exigir responsabilidades por las violaciones de derechos. Eso requiere documentar las violaciones de los derechos de las mujeres, recopilar datos desglosados por sexo y establecer colaboraciones para programas de promoción conjuntos.
Es preciso desarrollar y poner en marcha mecanismos de rendición de cuentas para proteger los derechos de las mujeres y garantizar que se potencia la voz de las mujeres en todos los espacios de toma de decisiones.
[1] ONU Mujeres, 2015
[2] Aaron Richterman et al., “The effects of cash transfers on adult and child mortality in lowand middle-income countries” [La repercusión de las transferencias de efectivo en la mortalidad infantil y de personas adultas en los países de ingresos medianos y bajos], Nature, vol. 618, 15 de junio de 2023.