Por qué respaldamos a las mujeres líderes

Presentamos a mujeres de base que inspiran desde sus puestos de liderazgo y consiguen el cambio duradero para sus comunidades, con el apoyo de las Naciones Unidas.

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Los datos son claros. A pesar de una mayor participación de las mujeres en los puestos de toma de decisiones públicos, la igualdad está lejos de alcanzarse: las mujeres detentan cerca del 21 por ciento de los cargos ministeriales a escala mundial, únicamente tres países tienen un 50 por ciento o más de mujeres en el parlamento, y 22 países están dirigidos por una mujer. Al ritmo de progreso actual, lograr la igualdad de género entre jefas y jefes de gobierno tardará otros 130 años, hasta 2150.

Es más, la violencia contra las mujeres en la vida pública es un hecho generalizado. Las mujeres en puestos de liderazgo afrontan una falta de acceso a las finanzas, el odio y la violencia en Internet, así como normas discriminatorias y políticas excluyentes, lo que dificulta todavía más su ascenso profesional.

No obstante, las mujeres resisten, y siguen demostrando que cuando son ellas las que gobiernan, aportan cambios transformadores a comunidades enteras y el mundo en general.

El liderazgo feminista inclusivo y diverso es fundamental para el avance mundial continuo en un momento en el que el mundo sigue lidiando con retos urgentes: desde la pandemia de COVID-19 hasta el cambio climático, la agudización de las desigualdades, los conflictos y el retroceso democrático. Las Naciones Unidas trabajan en todo el mundo para facilitar que más mujeres asuman el lugar al que tienen derecho en las mesas de toma de decisiones.

Estas son las opiniones de tan sólo siete mujeres y niñas de las muchas que, con el apoyo de las Naciones Unidas, han llevado a cabo procesos transformadores que favorecen el cambio.

Mayerlín Vergara Pérez defiende los derechos de niñas, niños y adolescentes que han sobrevivido a la explotación sexual en Colombia

Mayerlin Vergara Perez, pictured on the beach in Riohacha, La Guajira, Colombia.Photo: UNHCR/Nicolo Filippo Rosso
Mayerlin Vergara. Foto: UNHCR/Nicolo Filippo Rosso

Mayerlín Vergara Pérez duerme pegada al teléfono.

Como directora de un hogar en el que hay bastantes niñas, niños y adolescentes sobrevivientes de la violencia y la explotación sexual en Riohacha, en la frontera oriental de Colombia con Venezuela, nunca sabe cuándo va a recibir una llamada para solucionar una crisis.

“La violencia sexual ha destrozado completamente su capacidad de soñar. Les ha robado la sonrisa y les ha llenado de dolor, angustia y ansiedad”, afirma Pérez, una mujer entusiasta de 45 años de edad. “El dolor es tan hondo y el vacío emocional que sienten es tan profundo que simplemente no tienen ganas de vivir”.

A lo largo de su carrera, que considera una vocación, Pérez ha ayudado a centenares de los cerca de 22.000 niñas, niños y adolescentes que ha atendido la ONG colombiana Fundación Renacer desde que se fundó hace 32 años.

Como reconocimiento a su labor, el ACNUR otorgó a Pérez el Premio Nansen para los Refugiados 2020, un prestigioso galardón anual que honra a aquellas personas que han hecho esfuerzos extraordinarios para respaldar a personas desplazadas forzosamente y apátridas.

“Para mí, el premio representa una oportunidad para las niñas y los niños”, afirma Pérez, y añade que espera que sirva para mostrar que “es posible que las y los sobrevivientes de la violencia sexual cambien sus vidas y emprendan proyectos vitales que sean positivos para ellas y ellos, sus familias y la sociedad”.

Puede profundizar en el trabajo que realiza Pérez leyendo esta historia del ACNUR.

Elena Crasmari, la única mujer en su consejo local de Moldova

Elena Crasmari, who stands in her village’s medical centre, ran for local councillor as an independent candidate. Photo: UN Women/Tara Milutis
Elena Crasmari en el centro médico de su aldea. Se presentó para consejera local como candidata independiente. Fotografía: ONU Mujeres/Tara Milutis

Elena Crasmari, de 35 años de edad, estaba harta de no poder acceder al centro médico de su aldea de Dolna, una comunidad rural de 1.155 personas en Moldova. Como consecuencia de su discapacidad no podía utilizar las escaleras y se veía obligada a arrastrarse con las manos y las rodillas para entrar en el edificio.

“Fui al ayuntamiento para pedirles que me ayudaran a solucionar el tema de las escaleras del centro médico”, recuerda Crasmari. “El alcalde me dio una bolsa de cemento y algo de arena y me dijo que me pusiera a construir yo misma. Eso hizo que me decidiera a presentarme como candidata”.

Crasmari aprendió nuevas habilidades y ganó más confianza a medida que participaba en las sesiones de capacitación sobre participación política de las mujeres e implicación ciudadana respaldadas por ONU Mujeres y sus socios. Diseñó una exitosa campaña electoral de base y se presentó para consejera local como candidata independiente.

“Quería dar el primer paso y demostrar que las personas con discapacidad tenemos una oportunidad… La gente debe saber que tenemos igualdad de derechos, no solamente en teoría sino también en la práctica”.

Las mujeres ocupan únicamente un 25 por ciento de los escaños parlamentarios, un 22 por ciento encabeza las alcaldías y un 27 por ciento encabeza los consejos de distrito en Moldova. Actualmente, Crasmari es la única mujer en un equipo de nueve personas, en calidad de consejera local. Desde que ha sido elegida, uno de sus primeros proyectos ha sido renovar el centro médico de la aldea.

“También espero lograr que todas las instituciones estatales —como nuestro museo, el jardín de infancia y el ayuntamiento— sean accesibles a las personas con discapacidad”, afirma Crasmari, “y a las mujeres con niñas y niños pequeñas/os y las personas de mayor edad que vienen a recoger sus pensiones”.

Puede profundizar más en la historia de Crasmari en el sitio web de ONU Mujeres.

Amina Mirsakiyeva allana el camino para las mujeres en la ciencia de Kazajstán

Amina Mirsakiyeva. Photo credit: Polina Selivanova
Amina Mirsakiyeva. Foto: Polina Selivanova

“Rompí el sistema”, afirma Amina Mirsakiyeva, una investigadora de Carl Zeiss AG, el mayor fabricante de sistemas ópticos del mundo.

Emprender la carrera de química no fue fácil en su país natal, Kazajstán, donde optar por la ciencia tiene poco prestigio. Además, se espera que las mujeres abandonen sus carreras para dedicarse a cuidar de sus familias.

Pero tener que elegir entre sus estudios y formar una familia no era algo que iba con ella, por lo que Mirsakiyeva decidió presentar su candidatura para un programa de doctorado en química en Suecia y se fue de Kazajstán en 2012.

Ahora vive en Stuttgart, Alemania, y cree que su éxito se debe a redes de apoyo como su madre y su padre, colegas y amistades que se ha encontrado a lo largo de su carrera. Quiere allanar el camino para otras mujeres como ella.

“Todas mis actividades sociales se dirigen a apoyar a las mujeres y ayudar a inspirar a tanta gente como sea posible”, afirma.

Mirsakiyeva creó una red de mujeres científicas procedentes de Kazajstán para aumentar el reconocimiento y el respeto por las carreras científicas en su país y normalizar la imagen de niñas y mujeres en el ámbito de la ciencia. Además, organiza desayunos de negocios para mujeres empresarias e inmigrantes. Mirsakiyeva cree que la ciencia pertenece a todo el mundo y ha creado un podcast para explicar conceptos científicos de un modo accesible.

Mirsakiyeva también explica su historia en la nueva plataforma regional en línea del PNUD a favor de la igualdad de género en el ámbito STEM en Europa y Asia Central para animar a las mujeres y las niñas a emprender una carrera en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

Puede profundizar más en la labor que realiza leyendo esta historia del PNUD.

Rebecca Chepkateke exige responsabilidades a las autoridades en Uganda

Rebecca Chepkateke (centre) sits with women from Ashiokanian village. Photo: NAWOU/Fionah Barbra
Rebecca Chepkateke (centro) junto con mujeres de la aldea de Ashiokanian. Fotografía: NAWOU/Fionah Barbra

“Mwana muke hana haki yake! Mwana muke hana haki yake”, afirma Rebecca Chepkateke con desesperación. Es una expresión en kiswahili que significa “las mujeres no tienen derechos”. Se trata de una frase que ha escuchado decir demasiadas veces a las mujeres que intentan denunciar la violencia de género a líderes de la comunidad.

Chepkateke es la presidenta de la Red de Mujeres Karita, una coalición formada bajo el auspicio de las Redes de Mujeres por la Igualdad de Género, con el respaldo de la Iniciativa Spotlight de la UE y las Naciones Unidas, y el proyecto Empoderamiento de las Mujeres llevado a cabo en el distrito de Amudat, en el norte de Uganda. Fue elegida para el cargo por siete grupos de mujeres que se reunieron para fortalecer el activismo de las mujeres en sus respectivas aldeas.

Chepkateke vincula de manera fundamental a las mujeres que sufren violencia con la justicia y los servicios de salud. Su labor engloba muchos tipos de apoyo, desde ayudar a las mujeres a denunciar a su agresor —y garantizar que la policía no archiva el caso— hasta asistir a las mujeres de regiones aisladas para dar a luz de manera segura poniéndolas en contacto con personal de enfermería del servicio de salud de la aldea.

El liderazgo de activistas de base como Chepkateke es especialmente importante durante la pandemia, un período en el que las desigualdades de género han empeorado.

“Las mujeres son quienes han sufrido más durante este tiempo”, afirma Chepkateke. “Con el cierre de los mercados y la prohibición del transporte público, no tenían forma de vender sus productos o dirigir sus negocios… Y la violencia contra mujeres y niñas en el ámbito privado ha aumentado enormemente”.

Chepkateke espera que su campaña por la igualdad llegue todavía más lejos convirtiéndose en consejera del subcondado de Karita, un cargo que la ayudaría a fortalecer la legislación que protege a las mujeres ante la violencia.

Aquí puede profundizar en el trabajo que realiza Chepkateke con el respaldo de la Iniciativa Spotlight de la UE y las Naciones Unidas.

Belén Perugachi, consejera adolescente en Ecuador

Belen Perugachi strolls through her family’s garden. Photo: UNICEF/Santiago Arcos
Belén Perugachi pasea en el jardín de su familia. Fotografía: UNICEF/Santiago Arcos

Belén Perugachi tenía solamente 12 años de edad cuando decidió convertirse en defensora de los derechos indígenas uniéndose al grupo de niñas, niños y adolescentes del pueblo kayambi en Ecuador.

Con 16 años, es la integrante más joven del Consejo de Protección de los Derechos de la municipalidad de Cayambe. Su ascenso a vicepresidenta del consejo en 2019 señala la primera vez en que una adolescente fue elegida para el cargo.

“Quiero que las personas de las zonas rurales tengan las mismas oportunidades que las personas de las ciudades”, afirma. “Imagino un mundo donde haya respeto por las diferentes culturas, donde haya respeto por los hombres y las mujeres… Sueño con la igualdad”.

En la comunidad rural de Paquiestancia, la agricultura y la ganadería son la fuente de ingresos más importante para muchas familias. Por ello, cuando apareció la pandemia de COVID-19 y el mercado principal se cerró en Cayambe, Perugachi y su grupo de jóvenes tuvieron la idea de abrir un nuevo mercado para respaldar a las mujeres y sus familias.

Pero el objetivo de Perugachi va más allá de preservar la economía local; defiende los derechos indígenas a escala internacional. En 2018, viajó a Chile para asistir a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

“Mi participación envió un mensaje a las niñas indígenas como yo de América Latina”, afirma. “Les dije que alzaran la voz por sus derechos y se sintieran orgullosas de sus tradiciones”.

En esta historia de UNICEF puede encontrar inspiración sobre más niñas que consiguen el cambio.

Kelsang Tshomo ayuda a las cobradoras de autobús a eliminar la violencia en Bhután

Bus conductor Kelsang Tshomo is helping end gender-based violence among her colleagues and passengers in Thimpu, Bhutan. Photo: UNFPA Bhutan/Sunita Giri
La cobradora de autobús Kelsang Tshomo contribuye a poner fin a la violencia de género entre sus colegas, pasajeras y pasajeros en Thimpu, Bhután. Fotografía: UNFPA Bhután/Sunita Giri

Mientras las denuncias de violencia contra mujeres y niñas en el ámbito privado aumentaban durante el confinamiento por la COVID-19 la pasada primavera, la cobradora de autobús Kelsang Tshomo se ponía en contacto de vez en cuando con amistades y colegas de la capital de Bhután, Thimpu, para asegurarse de que estaban bien y facilitaba información si necesitaban ayuda. Tshomo se había instruido sobre la prevención y la respuesta relacionadas con la violencia de género en una sesión informativa llevada a cabo por el UNFPA y su socio sin ánimo de lucro RENEW (del inglés Respect, Educate, Nurture and Empower Women), lo que la inspiró para convertirse en una activista a favor del cambio en su comunidad.

“La capacitación del UNFPA me hizo ver que ningún tipo de maltrato —verbal, emocional, sexual o físico— es aceptable”, afirma Tshomo, que también es consejera de pares para un grupo de 87 cobradoras y conductoras de los servicios de autobuses de la ciudad de Thimpu.

En su papel de asesora, recomienda a sus pares cómo denunciar los casos y acceder a asistencia psicosocial. “Mis colegas, algunas de las cuales han vivido medio escondidas por miedo a sus maridos, ahora tienen confianza y participan en los debates”.

Estas cobradoras y conductoras de autobús recientemente empoderadas saben detectar y corregir situaciones de maltrato y acoso entre pasajeros, y colaboran con ella para llevar este activismo a la calle. Hasta ahora, la asociación del UNFPA con la empresa de autobuses ha capacitado a un grupo de 25 cobradoras y conductoras sobre la prevención de la violencia de género y está previsto que esta iniciativa se amplíe a 20 autobuses más.

“Para conseguir un cambio real, las mujeres deben tener un espacio donde compartir, aprender y crecer juntas”, afirma Tshomo. “Es fundamental que las mujeres nos apoyemos unas a otras para garantizar una sociedad segura, igualitaria y feliz tanto para mujeres como para hombres”.

Puede profundizar en el trabajo que realiza Tshomo leyendo esta historia del UNFPA.

Editar Ochieng, una sobreviviente que cambia la narrativa sobre la violencia sexual en Kenya

Editar Ochieng. Photo courtesy: Editar Ochieng
Editar Ochieng. Foto cortesía de: Editar Ochieng

Cuando tenía seis años de edad, Editar Ochieng sufrió una agresión sexual. Cuando tenía 16 años de edad, la violaron en grupo.

Ochieng creció en Kibera, el asentamiento informal más importante de la capital de Kenya, Nairobi, donde la violencia sexual y de género es un problema endémico y generalizado. Esta situación se ha exacerbado todavía más con la pandemia de COVID-19, ya que los confinamientos han creado más tensión familiar y económica.

Con 26 años de edad, Ochieng fundó el Centro Feminista por la Paz, los Derechos y la Justicia en Kibera, una organización que respalda a las sobrevivientes de violencia sexual y de otro tipo en la comunidad.

Hubo un momento en la pandemia, en la que tan sólo Ochieng recibía hasta 10 llamadas de víctimas de violencia cada día.

Pero para Ochieng, no es sólo una cuestión de números. Para ella, una mujer maltratada ya son demasiadas, y es obligación de todo el mundo que tenga la posibilidad de hacerlo alzar la voz por sus derechos y garantizar que se altere el statu quo.

En 2020, el sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas y ONU Mujeres —en virtud de un proyecto llamado Let It Not Happen Again— prestaron apoyo a Ochieng, y a más activistas de los derechos humanos, para mejorar la respuesta y apoyar a las sobrevivientes de violencia de género a la hora de denunciar a la policía, acceder a servicios médicos psicosociales y refugios seguros.

Ochieng afirma que la educación y capacitación que ha recibido la han empoderado como feminista para percibir los problemas y superarlos.

“Cuando eres una líder, cambias la narrativa”, afirma. “Necesitamos capacitar a nuestras jóvenes sobre la importancia de la educación. Debemos recuperar nuestro poder para educar a una generación diferente, una generación que comprenda que existe el poder, pero que es un poder que se puede controlar”.

Découvrez le parcours d’Editar Ochieng, ainsi que celui d’autres grandes défenseuses des droits humains, dans le cadre la campagne #IStandWithHer du HCDH.