Implantar la sociedad del cuidado: cuidar a las personas y el planeta
Las repercusiones de las crisis no son neutrales en materia de género. La propagación de los conflictos y la aceleración de los efectos del cambio climático han aumentado las demandas de cuidados que asumen las mujeres y las niñas. Cuando estas necesidades crecen y los sistemas públicos no son capaces de gestionar esa presión, son las mujeres y las niñas quienes absorben la mayor parte del trabajo de cuidados.
El trabajo de cuidados, como bien público vital, es el sostén del bienestar y de una economía próspera y sostenible. El Objetivo de Desarrollo Sostenible 5.4 aspira a reconocer los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados, promover la responsabilidad compartida en el hogar y la familia y proporcionar servicios esenciales y protección social. Sin embargo, las mujeres y las niñas de todo el mundo siguen ocupándose de forma desproporcionada de una labor no remunerada, poco reconocida e infravalorada.
Cómo el cambio climático agrava la crisis de los cuidados para las mujeres
La degradación medioambiental y la emergencia climática están exacerbando la crisis mundial de los cuidados. Las personas con menos recursos, incluidas las mujeres indígenas, las minorías étnicas, las personas que viven con discapacidades y con VIH, las mujeres afrodescendientes y las personas LGBTIQ+, que viven en países en desarrollo y en pequeños Estados insulares en desarrollo pueden verse especialmente afectadas por estas crisis que se superponen. Las mujeres y las niñas ya dedican, por término medio, más del triple de tiempo a los trabajos de cuidados que los hombres y los niños. El cambio climático incrementa la carga desigual de tareas domésticas y trabajos de cuidados que soportan las mujeres y las niñas.
Las mujeres son las más afectadas por la escasez de agua
Las mujeres y las niñas, sobre todo las que viven en zonas rurales, que son las responsables de gestionar los recursos y ocuparse del hogar, son especialmente vulnerables a los fenómenos climáticos extremos. Las mujeres y las niñas llevan el peso del suministro familiar de agua potable para cocinar y para el saneamiento. En todo el mundo, unos 1.800 millones de personas dependen de fuentes de agua que se encuentran fuera de las viviendas y las mujeres y las niñas son las responsables de recoger agua en siete de cada diez hogares que carecen de instalación de agua.
El cambio climático está alterando los recursos hídricos del planeta de forma notable. Las sequías son cada vez más frecuentes y graves, mientras que los patrones de lluvia presentan una creciente impredecibilidad. El 10 por ciento de la población femenina del mundo, unos 380 millones de mujeres y niñas, vive en zonas sometidas a un estrés hídrico alto o crítico, una cifra que, según las previsiones, ascenderá a 647 millones en 2050.
En épocas de sequía, las mujeres y las niñas hacen largas colas y caminan largas distancias para recoger agua para sus familias. En Iraq, las mujeres dedican hasta tres horas al día a conseguir agua. En la India, las mujeres y las niñas invierten más de 50 minutos diarios en recoger agua, frente a los 4 minutos que supone esta labor para los hombres y los niños.
Las sequías agravan la inseguridad alimentaria para las mujeres
Las mujeres también se enfrentan a una mayor inseguridad alimentaria que los hombres. Cuando hay escasez, es habitual que los hombres y los niños coman primero y que las mujeres sean las últimas en alimentarse. Las sequías obligan a muchas mujeres y niñas a dedicarse a la agricultura de subsistencia y a actividades que incrementan su carga de trabajo mientras se desviven por obtener suficientes alimentos para su familia.
Los fenómenos climatológicos extremos aumentan el trabajo de cuidados sanitarios no remunerados de las mujeres y las niñas
El incremento de las enfermedades asociadas a la crisis climática está repercutiendo desproporcionadamente en la carga de trabajo de las mujeres y las niñas. Un estudio efectuado en Delhi (India) y Dhaka (Bangladesh) ha desvelado que las mujeres dedican por término medio una hora más al día a los trabajos de cuidados cuando algún miembro de la familia padece una enfermedad relacionada con el clima, como, por ejemplo, alguna de las enfermedades que se transmiten por el agua cuando hay lluvias torrenciales.
Las mujeres embarazadas se enfrentan a un mayor riesgo de complicaciones, incluido el aborto, en caso de sequía o escasez alimentaria.
Las mujeres: las "salvadoras no remuneradas de la sostenibilidad"
Históricamente, las mujeres y las niñas se han ocupado de actividades de mitigación del cambio climático como la gestión de residuos, la reforestación y la rehabilitación de tierras. A medida que las crisis climáticas se intensifican, la carga del cuidado medioambiental dispara las desigualdades de género y el número de horas que las mujeres y las niñas dedican a cuidar el planeta.
Las mujeres están en la primera línea de la justicia climática y de los esfuerzos de sostenibilidad, en parte porque el acceso a un medio ambiente seguro, limpio, saludable y sostenible es una cuestión de vida o muerte para sus familias. Muchas mujeres participan en la acción climática porque consideran que es fundamental para cumplir su función de cuidadoras de su comunidad.
A pesar de su función esencial en la lucha contra los efectos del cambio climático, las activistas que defienden los derechos humanos medioambientales se están enfrentando a un repunte de la violencia de género y los feminicidios. En 2022, al menos 401 activistas por los derechos humanos fueron asesinados, la mayoría en América Latina, y un 17 por ciento eran mujeres. Las mujeres también encuentran resistencia en sus comunidades indígenas, que las acusan de perder el tiempo con el activismo, y se exponen a difamaciones, amenazas y agresiones físicas.
¿Qué es la sociedad del cuidado?
El mundo está viviendo dos crisis que pueden parecer distintas, pero están profundamente interrelacionadas, y cuyos vínculos suelen obviarse en los debates sobre el clima.
La primera se centra en la distribución desigual e invisible del trabajo de cuidados no remunerado, que recae principalmente en las mujeres y las niñas. La segunda es la inminente emergencia climática, que se caracteriza por el aumento de las temperaturas y la acuciante necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque parezca que estas crisis no guardan una relación, están íntimamente vinculadas y requieren nuestra atención y acción colectiva.
Cabe destacar que sólo el 11 por ciento de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional —las medidas que las partes del Acuerdo de París tienen previsto adoptar para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero— mencionan el trabajo de cuidado no remunerado de las mujeres y las niñas, y que únicamente Camboya incluye actuaciones para reducir su carga de trabajo.
El sexagésimo sexto periodo de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer dio la voz de alarma advirtiendo que "los recursos naturales, los ecosistemas y el trabajo de las mujeres se consideran infinitos y están infravalorados en los actuales indicadores de crecimiento económico, como el PIB, a pesar de que son esenciales para todas las economías, para el bienestar de las generaciones presentes y futuras y para el del planeta".
En este complejo panorama, el concepto de la sociedad del cuidado emerge como una alternativa apremiante al actual modelo de desarrollo económico basado en la extracción y explotación de los recursos naturales, los combustibles fósiles y la vida humana. Enfatiza la importancia crucial de cuidar tanto a las personas como el planeta. Reconocer el valor insustituible de los cuidados es clave, como también lo es resolver la desigual carga que las mujeres y las niñas asumen actualmente en este ámbito, que está aumentando debido a la emergencia climática. Los cuidados deben ser una responsabilidad compartida que implique al Estado, los mercados, las comunidades y las familias.