Fotorreportaje: Una casa donde conviven el arte y la memoria intenta cerrar las heridas en Guatemala
Fecha: 20 May 2019
San Juan Comalapa, un municipio ubicado a unos 80 km de la capital de Guatemala, es conocido como la “Florencia de América” por su vasta historia artística, que se remonta a los años treinta. Comalapa, cuna de los pintores de origen cakchiquel —incluido el artista de renombre mundial Andrés Curruchich— conserva aún hoy sus coloridos murales. Sin embargo, este bello paraíso para las artes no pudo escapar de los horrores de la guerra civil guatemalteca. El conflicto armado entre militares y grupos guerrilleros, que se extendió por 36 años, asesinó a al menos 200.000 personas, en su mayoría indígenas. Aún no se ha logrado identificar a muchos cadáveres, y la mayoría de las personas desaparecidas continúan siéndolo. Miles de familias guatemaltecas no han podido cerrar las heridas.
Rosalina Tuyuc Velásquez —de 63 años— representa a una de esas familias. Además, es activista por los derechos humanos, se ha desempeñado como diputada en el Congreso de Guatemala y cofundó CONAVIGUA, una asociación de viudas integrada por mujeres cuyos esposos, hijos o hijas fueron asesinados o desaparecieron durante el conflicto. La organización apoya también a las mujeres sobrevivientes de la violencia sexual relacionada con el conflicto; asimismo, facilitó testimonios de mujeres en apoyo al programa de reparación nacional adoptado en 2003. Con financiamiento del Fondo de las Naciones Unidas para la Consolidación de la Paz, ONU Mujeres, junto con otras entidades asociadas locales e internacionales, apoya a CONAVIGUA (Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala) para promover los derechos de las mujeres en general y de las mujeres indígenas en particular, y alcanzar la verdad, justicia y reparación que logren romper el ciclo de la violencia contra las mujeres.
Con sus propias palabras, Rosalina Tuyuc Velásquez cuenta su historia, y la de miles de mujeres como ella, que todavía buscan a sus seres queridos y exigen justicia.
“Comalapa fue uno de los municipios afectados por el conflicto. Se estima que [en esta área], entre 4000 y 5000 personas —hombres, mujeres, niños y niñas— fueron víctimas de la desaparición forzada. Las y los habitantes sabían que los militares secuestraban, trasladaban y torturaban a personas [indígenas]. Incluso los obligaban a cavar sus propias tumbas. A algunos de ellos los sepultaban en la tierra aún con vida”, cuenta Rosalina Tuyuc Velásquez, que fue fundamental para la creación de un monumento conmemorativo a las víctimas del conflicto en Comalapa, denominado “Centro de la Memoria Histórica de las Mujeres”.
El monumento conmemorativo, el primero de su tipo en el mundo, se asienta en un terreno de 80 varas cuadradas [aproximadamente, 56 metros cuadrados] enclavado en un bosque. En el medio del claro, se erige una casa con una habitación. Las mujeres artistas de la región están pintando murales tradicionales en sus paredes exteriores.
Las paredes internas de la casa están adornadas con cruces en las que se leen los nombres de las personas asesinadas o desaparecidas durante el conflicto.
“Cuando ya no hubo más lugar para sepultar los cuerpos, los militares comenzaron a cavar fosas comunes. Arrojaban a las personas en dichas fosas, echaban combustible y los incineraban. Las personas de la zona contaban que podían oír los gritos; podían oler los cuerpos incendiándose”.
Durante mucho tiempo, los militares guatemaltecos afirmaron que, en esta zona, sólo habían asesinado a guerrilleros, pero las fosas comunes contenían también los cuerpos mutilados y decapitados de mujeres, niñas y niños.
Tuyuc señala un hoyo profundo en la tierra —una de las tres fosas comunes que quedaron al descubierto—. "En esta área, encontramos muchas tumbas. Dejamos tres de ellas al descubierto. Cuando exhumamos esta fosa, encontramos 14 cuerpos: 13 eran de hombres y uno, debajo de los anteriores, de una mujer. En otra fosa encontramos a una familia: la madre, el padre y tres hijas. Al cuerpo de una de las muchachas le faltaba un pie”.
Desde 2003, CONAVIGUA, en conjunto con la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), ha tratado de identificar a las familias de los muertos mediante pruebas de ADN. Sin embargo, muchos de los cuerpos exhumados del área de Comalapa aún esperan recibir una identificación positiva.
“De aquí exhumamos 226 cuerpos..., 173 de ellos no fueron identificados”, dice Tuyuc.
“Sentimos la necesidad de darles la sepultura que merecen. Quienes no encontraron a sus familias pueden venir aquí y rendir homenaje en su memoria. Deberíamos fomentar este tipo de iniciativa en todo el país”, agrega.
“El 23 de mayo de 1984 fue la última vez que vi a mi esposo”, recuerda Tuyuc. Dos años antes, su padre también había desaparecido.
El esposo de Tuyuc era agricultor, además de líder indígena que defendía el derecho a la tierra y promovía las cooperativas de agricultores. Por su activismo, fue víctima de la persecución de los militares. En el corazón del sangriento conflicto en Guatemala, se ubican la lucha por la tierra y el racismo contra las poblaciones indígenas.
“Fue detenido por el ejército. Desde entonces, no ha regresado. Lo busqué en los hospitales, las calles y las prisiones. Nunca lo encontré”.
Para entonces, tenía 28 años. A los 63 años, sigue buscando los restos de su padre y de su esposo.
“Todavía espero encontrar sus cuerpos. Cada vez que realizamos una nueva exhumación, resurgen las esperanzas. Cuando la exhumación termina, las esperanzas se derrumban”.
Sin embargo, ella afirma que su búsqueda no es sólo por su familia. Es también la búsqueda por la paz y la dignidad de miles de mujeres indígenas violadas que perdieron a sus padres, esposos, hijos y hermanos: “Quizás no sabíamos qué eran los derechos humanos, pero sí sabíamos qué era vivir en libertad. Cuando se desató el conflicto, la libertad, la paz y la seguridad se esfumaron. No sólo para mi familia, sino para miles de familias”.
En la actualidad, CONAVIGUA brinda servicios de apoyo, incluidos servicios de salud mental para mujeres sobrevivientes del conflicto.
“Miles de mujeres sufren las consecuencias psicológicas, porque se sienten culpables, se sienten sucias [por la violencia sexual que sufrieron]. Cuando se dan cuenta de que ellas no son las culpables, sino sus agresores, recuperan la dignidad, se sienten liberadas. Sin embargo, no es un proceso sencillo”.
A medida que la violencia contra las mujeres, derivada del conflicto, aumenta en Guatemala, ONU Mujeres está empoderando a mujeres indígenas, incluidas a las viudas y sobrevivientes del conflicto, quienes se ubican entre las personas más afectadas y marginadas.
Cuando le preguntan cuál es su mayor anhelo, Rosalina Tuyuc Velásquez no duda: “Saber dónde están sepultados mi esposo y mi padre, y poder decirles a mis hijos e hijas que cumplí con mi misión”.
No sabe si lo logrará, pero cada día, Tuyuc y otras mujeres líderes de Guatemala se levantan y trabajan para encontrar la verdad, exigir justicia y sostener a otras mujeres.